Es un ensayo que reflexiona acerca de la pérdida de los valores identitarios de la urbe, pérdida que transformó a la ciudad y la llevó de ser un lugar natural de modernización, razón, bienestar y progreso, a un contexto distópico de desasosiego y pesadumbre. Se parte de la idea de que las formas de la ciudad no son un simple y azaroso elemento físico exterior, sino que están en realidad configuradas por la subjetividad y por lo tanto íntimamente vinculadas a nuestra cultura. Lograr entender ese nuevo lugar que seguimos llamando ciudad –quizás por no tener otro nombre y que aquí designamos como posciudad– pasa por auscultar sus signos ya no en los manuales de urbanismo y arquitectura, que dan cuenta de una urbe que ya no es, sino en los enigmáticos pliegues del arte, la música y la literatura de hoy.
Síguenos